La sensación
que da el Monasterio de El Escorial es la de un edificio de trazas clásicas
compuesto mediante un rígido esquema de ejes simétricos y jerarquizados propios
del academicismo europeo; sin embargo, como si de un templo griego se tratase, muestra
unas singularidades asimétricas que relacionan el edificio con su entorno, con
el paisaje de las montañas que lo rodean y en el que se tiene en cuenta su
orientación respecto al Sol.
La primera
visión que se tenía y se tiene del edificio al acercarse, era desde la antigua
carretera de Madrid, desde la parte baja del valle se distingue el rico juego
de volúmenes que configura el ábside de la capilla (orientado al este) y que se
funde con el fondo rocoso de Abantos, esta vista contrasta completamente con
las otras tres fachadas rectas del edificio.
Posteriormente
uno se aproxima al edificio bordeando la fachada norte que está desprovista de
ventanas y compuesta por unos simples contrafuertes (para organizar el ritmo de
los desfiles militares se dice). Una vez recorrida esta larga y sombría
fachada, se gira hacia el sur para ver la portada monumental del edificio,
según parece se trata de un intento de que el sol moleste y deslumbre para
aumentar la magnificencia del edificio.
Por último
está la fachada sur que mira a los huertos privados, con una escala más
doméstica y llena de huecos de ventana de un tamaño humano ya que esta zona del
Monasterio alberga las celdas de los monjes.
En
conclusión, las rígidas trazas de la planta no se manifiestan al exterior, y
como se decía, el edificio se ha proyectado en relación con su entorno. El
Partenón se plantea de forma similar: se trata de un edificio aparentemente
diseñado para cualquier lugar, pero que el genio griego ubica en la Acrópolis
teniendo en cuenta su relación con el entorno y con los visitantes.
Al
Partenón se accede, no desde el eje de su fachada (ya que el concepto de
fachada es romano y no griego), sino que desde un punto más bajo y ladeado,
para que se pueda admirar el templo como un volumen, como una escultura. Esta
visión oblicua hacía ver a los templos deformados y curvos, por lo que las
columnas de las esquinas se sacaban un poco de la alineación y se hacían más
gruesas, de esta forma compensan la ligereza que adquieren al recibir luz por
ambos costados y también se corrige el efecto óptico que curva la fachada.
Tras la
vista inicial del Partenón desde el acceso oeste a la Acrópolis, junto al
templo de Atenea Nike, la procesión de las panateneas se aproximaba al edificio
para recorrer su lateral norte antes de girar hacia el sur y contemplar la
fachada este por la que se accedía.
El
planteamiento general de ambos edificios es el mismo: unas trazas puras como si
con ellas se representase alguna verdad absoluta además de una preocupación por
su relación con el exterior, desde su integración en el paisaje cuando se
divisa desde lejos hasta la forma de garantizar su magnificencia al aproximarse
a ambos monumentos.
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