Libro: MEMORIAS DE ULTRATUMBA (1848-1850)
Autor: François Rene de Chateubriand (1768-1848)
Edición: Acantilado
Es difícil hablar de un libro leído hará dos años, pero merece la pena por
la genialidad del mismo. Chateubriand puede ser una de las plumas más finas,
sutiles, sencillas, expresivas y descriptivas de la literatura universal, y
éste libro, sus Memorias para ser publicadas tras su muerte, uno de los mejores
que uno sin duda puede leer.
Con el relato de su vida, Chateubriand nos regala simultáneamente la
historia de la génesis de la Europa actual, de alguna manera siempre fue
partícipe de los convulsos hechos de su época, como aventurero, soldado, refugiado,
ministro, embajador, exiliado, viajero, consejero real… y si no fue testigo
directo, siempre procurará incorporar con un genial análisis las
acontecimientos más relevantes.
Chateubriand fue un gran visionario y analista de su época, como ejemplo
comentar que entorno a la década de los años treinta del siglo XIX, cuando en
Europa se daba por hecho que las monarquías desaparecerían existiendo el
ejemplo de cómo en América no habían sido necesarias, el autor describe a
España como un país que no optará por el sistema republicano y que se mantendrá
con unos débiles Borbones y un territorio dividido…
Al autor se le ha acusado de chaquetero entre la monarquía y la república,
pero en el libro explica perfectamente su pensamiento: él es liberal, admira el
sistema de los Estados Unidos en donde se ha alcanzado la democracia sin apenas
necesidad de sangre, reconoce que el mundo en el que nació ha de desaparecer,
pero sostiene que ni la Revolución de 1789, ni Bonaparte, ni por supuesto las
sucesivas restauraciones disponen de la legitimidad de la casa real francesa
para realizar una transición pacífica, tras visitar en el exilio al que debió
de ser Enrique V y ver que el infante se estaba educando a la vieja usanza,
renuncia a apoyar la causa de la restauración y escribe:
Y, ciertamente, estas ideas iban lejos: de
haber sido ayo del joven príncipe, me habría esforzado en ganarme su confianza.
De haber recuperado la corona, le habría aconsejado llevarla solemnemente para
deponerla en el momento oportuno. Me habría gustado ver desaparecer a los
Capetos de una manera digna de su grandeza. ¡Qué hermoso, qué ilustre día aquel
en que, tras haber dado nuevo peso a la religión, perfeccionado la Constitución
del Estado, ampliado los derechos de los ciudadanos, roto las últimas trabas de
la prensa, emancipado a los municipios, eliminado el monopolio, equilibrado el
salario con el trabajo, reafirmado la propiedad impidiendo los abusos sobre
ella, reanimado la industria, rebajado los impuestos, restablecido nuestro
honor entre los pueblos, y asegurado, mediante el retroceso de las fronteras,
nuestra independencia frene al extranjero!; ¡qué hermoso día aquel en que, tras
haber realizado todo esto, mi discípulo hubiera dicho a la nación convocada en
sesión solemne!:
“Franceses, vuestra educación ha terminado con
la mía. Mi primer antepasado, Roberto el Fuerte, murió por vosotros, y mi padre
pidió clemencia para el hombre que le quitó la vida. Mis antepasados han
educado y formado a Francia a través de la barbarie; ahora la marcha de los
siglos, el progreso de la civilización no permite ya que tengáis un tutor.
Desciendo del trono; confirmo todas las buenas obras de mis padres desligándoos
de vuestros juramentos a la monarquía.”
Otra cita interesante al respecto que demuestra el carácter liberal del
autor la escribió para sus Memorias en 1841:
Cuando se perfeccione el sistema de vapor,
cuando, junto con el telégrafo y los ferrocarriles, haya acortado las
distancias, no sólo serán las mercancías las que viajen, sino también las
ideas, a las que se les devolverá el uso de sus alas. Cuando las barreras
fiscales y comerciales hayan sido abolidas entre los diversos estados, como lo
están ya entre las provincias de un mismo Estado; cuando los diferentes países
que mantienen relaciones diarias tiendan a la unidad de los pueblos, ¿cómo
podréis resucitar las antiguas divisiones?
Puede que lo más sorprendente del libro sea su vigencia y actualidad tras
más de siglo y medio desde su publicación.
Resumen de la extensa e intensa vida de
Chateubriand:
El primer volumen comienza con la historia de su familia, su infancia en la
costa de Bretaña, sus musas y su formación libre que recuerda algo a la de su
admirado Montaigne. Seguidamente relata cómo abandona su destino familiar como militar,
cómo la vieja aristocracia es desmembrada por la Revolución Francesa y cómo se lanza
a la aventura en América en donde se entrevista con Washington para después
perderse por Canadá intentando localizar el paso norte entre los dos grandes
océanos. A su vuelta es casado, pero pronto se escapará para unirse al ejército
de los Príncipes contra la Revolución, tras muchas penurias y casi morir se
exilia en Londres.
En el segundo volumen ya ha vuelto a París y es un afamado escritor.
Bonaparte va tomando el poder para poner orden en Francia y a él le dedica casi
toda esta parte; es genial la comparación que realiza con Washington. En esta
parte también relatará su viaje por el Mediterráneo llegando a Jerusalén. Napoleón
le nombrará embajador en Roma, luego ministro, pero las relaciones nunca serán
buenas, sí admirará al zar Alejandro y en el gobierno de los cien días será
fiel a Luis XVIII exiliándose con él como consejero.
El tercer volumen comienza con su nombramiento como par tras la
restauración y como embajador en Berlín y Londres. Aquí empezarán sus desavenencias
con la monarquía al entender que justamente el absolutísmo ya no va a poder
frenar al éxito del sistema republicano, es el relato de sus continuos
enfrentamientos con el poder alternados con pequeños exilios voluntarios o
cargos alejados de París y que terminan con la extraña República del duque de
Orleans tras la Revolución de Julio.
El último volumen relata sus relaciones con los Borbones en el exilio a los
que visita en Austria, sus relaciones con la duquesa de Berry (nuera del último
Borbón Carlos X) que pelearía insaciablemente por la restauración intentado
siempre conseguir el apoyo de Chateubriand para que su hijo fuese coronado como
Enrique V. Pero como se ha comentado antes, Chateubriand ya no desea más la
monarquía que para dar el paso legítimo a la república, y Enrique V le ha
decepcionado.
A pesar de la extensión del texto, rara vez el libro deja de ser
interesante.
Don Curro.
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