Llegas a un puesto del mercado, hay varios dependientes repartidos por su
interior y gente amontonada por fuera, poco a poco llegas a la primera fila y
esperas que te atiendan en breve. Pero de repente, una señora de proporciones más
bien esféricas empieza a desplazarte hacia afuera, intentas resistirte sin
perder la educación pero la situación sólo empeora.
Justo en ese momento, cuando estás más pendiente de lo que embiste por debajo que del tendero, es cuando éste pregunta: ¿Siguiente? Y antes de reaccionar la maruja ya está siendo atendida: ¿Tienen melón? -¡si los está viendo!-, ¿los vende por cuartos?... Entonces no, mejor una manzana... Dos peras... Medio cuarto y mitad de judías... -¡187,5 gr!- ¿Qué tal las paraguayas? Mejor no, tres tomates para ensalada, mejor dos... Uvas, unas pocas…, menos…, así… Se interesa por mucho pero compra poco de no tanto. Ahí es cuando te preguntas por qué hará la compra el sábado si tiene toda la semana libre. El colmo final es que al irse te golpeé el tobillo con las ruedas de la decimonónica cesta (habrá que diseñar alguna que esté bien).
Con el loable objetivo de solucionar este persistente problema, primero hay
que intentar comprender cómo es posible que uno, siendo aún joven y sacando
unas cuantas cuartas a la señora, siempre pierda la batalla. La primera noticia
no es buena: la maruja, a pesar de
calzar una especie de viejas bailarinas, resulta que tracciona mejor ya que
viene a pesar lo mismo que el desplazado, pero su pie es mucho menor y por lo
tanto la presión que realiza sobre el suelo es superior; nos gana en la
transmisión a “cortante”.
La otra mejor predisposición ergonómica de la maruja para bregar en el mercado se debe a sus medidas: 90 / 60 /
90, no expresadas en pulgadas, sino que en cada pierna (como bien decía el
genial Tip). Esto hace que le sea imposible mantener los pies juntos y
consecuentemente que la señora sea mucho más resistente al vuelco haciendo un
inmejorable buen uso de su propio peso, en plan yudo. Nos supera en cuanto al
“momento”.
Una vez conocidos los problemas, las medidas a adoptar resultan sencillas:
1ª. No podemos calzar un número menos, pero sí evitar los zapatos de
suela de cuero para ir al mercado.
2ª. Perder un poco de dignidad bípeda y abrir las piernas más que la
maruja. Además, si nos ponemos con los brazos en jarras podemos mantener algo
de distancia y reducir el atosigamiento.
Un último consejo: si la pugna se endurece, no hay que empujar en el eje que une los pies de la señora, sino en uno más perpendicular para reducir sensiblemente su resistencia al vuelco.
¡Mucha suerte y un poco de sabiduría en la próxima compra!
Don Curro.
jajaja... genial!!
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