4 de febrero de 2013

LA CIENCIA EN LA HISTORIA



En esta personal muy breve historia de la Ciencia apenas se mencionará un científico, un descubrimiento o un invento; simplemente, se tratará del papel que la Ciencia ha desempeñado a lo largo de la Historia occidental:


Se considera que en la antigua Jonia nace la Ciencia moderna con la observación de la Naturaleza y el desarrollo del método científico; se pretendía reducir el campo que pertenecía a la mitología y a la superstición. Las conclusiones de estos primeros científico-filósofos sobre la composición de la materia o la organización y forma del Cosmos llegan a resultar infantiles e incluso cómicas, pero no se puede menospreciar el sencillo hecho de que se planteasen comenzar a definir la naturaleza de las cosas. Sus ideas sobre la creación o el movimiento (como cambio) así como la modernidad de Hipócrates o la intuición de los atomistas aún mantienen su vigencia.

Esta revolución científica se gesta junto con las primeras experiencias democráticas de las ciudades-estado. Gracias a ello, las ideas o descubrimientos fueron compartidos en los foros y nacieron las primeras escuelas, o meras agrupaciones de discípulos, sin que se practicase el ocultismo propio de lo desconocido. Esto queda demostrado cuando el nuevo espíritu científico y sus conocimientos viajan a las regiones próximas como Sicilia o Egipto.


Con Platón, y Sócrates, todo el anterior trabajo queda prácticamente anulado, triunfan las ideas sobre las verdades absolutas y se duda de la percepción humana, la caverna y sus sombras dan paso a un mundo abstracto que determinará la vida en Europa para el futuro. El Arte de la Grecia clásica bien representa estas ideas, sus esculturas buscan alcanzar la perfección de la figura humana y no su realidad así como sus templos pretenden simbolizar la casa ideal y primigenia como morada de los dioses.

Pero no sólo se desprecia el método científico para crear la cultura de la abstracción, también se atacan las ideas democráticas. Platón, en La República, aboga por el sistema de gobierno totalitario, por una educación intervenida y manipulada limitada para una élite y por fomentar las supersticiones entre el resto de la población.

Efectivamente, comienza la época de las sombras para la Ciencia:


En el Imperio Romano tiene más influencia el enorme pragmatismo que lo caracterizó, su civismo, que la herencia helénica, el genio griego prácticamente desaparece para dar paso a la primera gran cultura que pretende el dominio de la Naturaleza en lugar de la adaptación a Ella. Se desarrolla como nunca el concepto occidental del poder del Ser Humano.

En este ambiente se podría haber esperado un gran avance tanto de la Ciencia como de la tecnología, pero realmente, la gran obra romana no se basa en la optimización de los recursos ni en geniales inventos, sino en una necesaria expansión de sus fronteras y en el empleo de la mano de obra esclava. Antes de sacar mayor provecho a las tierras, se conquistarán nuevos graneros.

Lo que Roma aporta a la Ciencia es mínimo en comparación con la transcendencia de su Imperio, es un hecho el que inquietantemente subsistiese con su inoperativo sistema numérico.


“La era de la oscuridad”; si lo fue desde el punto de vista cultural, no ocurrió ni mucho menos lo mismo en el campo de la tecnología gracias a la desaparición de la esclavitud, la dispersión de la población y puede que también por, de alguna manera, un ligero resurgir de los conceptos democráticos propiciado por la unificación cultural del continente bajo el Cristianismo.

En la Edad Media se desarrollan los arados, los telares, la tectónica, la construcción… y se produce el gran invento de la Imprenta que abrirá la puerta del Renacimiento, todo ello gracias a la necesidad de optimizar los escasos recursos humanos.

Sin embargo, es cierto, que en otros campos de la Ciencia, el Arte y la Cultura, el espíritu se mantiene tan dormido como lo dejasen las ideas de Platón. El poder, y por lo tanto la educación y la capacidad de desarrollo, se mantienen concentradas en unos pocos que se apoyan en las supersticiones o en la religión y el ocultismo respondiendo a su necesidad de preservar la percepción de la divina inspiración y magnificencia de los poderes. La Escolástica puede resultar aún más cómica que las teorías de los Presocráticos.


Con el Renacimiento, el ser humano recupera el centro de la vida, se vuelve a confiar en su percepción de los sentidos y se retoma el interés por la Naturaleza. La disputa entre Galileo y la Iglesia es más que simbólica, con ella se retoma el espíritu jónico, se comienza a perder el respeto por las verdades reveladas o absolutas.

La Imprenta y las traducciones de los textos a las lenguas romances facilitan la divulgación de las ideas, se recuperan los escritos de los presocráticos, la educación y el conocimiento pasan de una élite, no al pueblo, pero sí a unos gremios que trabajarán para ella.


Se puede considerar la Época Moderna como la era dorada de la Ciencia, con la llegada de las primeras democracias contemporáneas, la Revolución Industrial, el nuevo poder económico de la burguesía y la incipiente globalización debida al desarrollo del transporte, las ideas viajan y se hacen accesibles junto con el comercio. Surgen científicos en todas partes del Globo, cualquiera con cierta inquietud puede convertirse en un explorador o investigador, los medios están al alcance de la gente y la Ciencia vuelve a difundirse de forma natural entre el público receptivo.

Es el punto en el que se sientan las bases de muchas disciplinas como la física o la química, y con los grandes viajes de la geografía, geología, arqueología, etc. Se reedita la disputa con la Iglesia, especialmente por culpa de Darwin, pero ya no es tan virulenta y empiezan a ser campos compatibles e incluso complementarios.

Ninguna otra época ha aportado tantos nombres ilustres al firmamento de la Ciencia.


La Ciencia contemporánea se vuelve a alejar del público, ahora se requiere una costosa formación específica y grandes inversiones. Pocas personas pueden explicar la Teoría de la Relatividad, qué es el Bosón de Higgs o cómo funciona un mero teléfono digita. Ahora resulta muy complicado que uno cualquiera disponga de los medios a su alcance como en el pasado, nadie se plantea la idea de montar un acelerador de partículas en su jardín trasero o un laboratorio nuclear en la cochera.

Se ha vuelto a entrar en el campo de la teoría y la abstracción, pero esta vez no es debido al fomento del oscurantismo o a la protección de una casta, sino al espectacular avance de la Ciencia. Como reacción a este hecho surge la divulgación científica que responde a la natural necesidad de conocer y entender del Hombre. (Por supuesto también responde a necesidad de financiación de los proyectos científicos que se facilita si la investigación resulta atractiva y vende.)


Y gracias a esta divulgación científica, hasta un muy osado arquitecto puede imprudentemente escribir una muy breve historia de la Ciencia.

Don Curro.

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