En
esta personal muy breve historia de la
Ciencia apenas se mencionará un científico, un descubrimiento o un invento;
simplemente, se tratará del papel que la Ciencia ha desempeñado a lo largo de
la Historia occidental:
Se
considera que en la antigua Jonia nace la Ciencia moderna con la observación de
la Naturaleza y el desarrollo del método
científico; se pretendía reducir el campo que pertenecía a la mitología y a
la superstición. Las conclusiones de estos primeros científico-filósofos sobre
la composición de la materia o la organización y forma del Cosmos llegan a
resultar infantiles e incluso cómicas, pero no se puede menospreciar el
sencillo hecho de que se planteasen comenzar a definir la naturaleza de las
cosas. Sus ideas sobre la creación o el movimiento (como cambio) así como la
modernidad de Hipócrates o la intuición de los atomistas aún mantienen su
vigencia.
Esta revolución científica se gesta
junto con las primeras experiencias democráticas de las ciudades-estado.
Gracias a ello, las ideas o descubrimientos fueron compartidos en los foros y
nacieron las primeras escuelas, o meras agrupaciones de discípulos, sin que se
practicase el ocultismo propio de lo desconocido. Esto queda demostrado cuando el
nuevo espíritu científico y sus conocimientos viajan a las regiones próximas
como Sicilia o Egipto.
Con
Platón, y Sócrates, todo el anterior trabajo queda prácticamente anulado, triunfan
las ideas sobre las verdades absolutas y se duda de la percepción humana, la caverna y sus sombras dan paso a un mundo abstracto que determinará la vida en
Europa para el futuro. El Arte de la Grecia clásica bien representa estas
ideas, sus esculturas buscan alcanzar la perfección de la figura humana y no su
realidad así como sus templos pretenden simbolizar la casa ideal y primigenia
como morada de los dioses.
Pero
no sólo se desprecia el método científico
para crear la cultura de la abstracción, también se atacan las ideas
democráticas. Platón, en La República, aboga por el sistema de gobierno
totalitario, por una educación intervenida y manipulada limitada para una élite
y por fomentar las supersticiones entre el resto de la población.
Efectivamente,
comienza la época de las sombras para
la Ciencia:
En
el Imperio Romano tiene más influencia el enorme pragmatismo que lo caracterizó,
su civismo, que la herencia helénica, el genio griego prácticamente desaparece
para dar paso a la primera gran cultura que pretende el dominio de la
Naturaleza en lugar de la adaptación a Ella. Se desarrolla como nunca el
concepto occidental del poder del Ser Humano.
En
este ambiente se podría haber esperado un gran avance tanto de la Ciencia como
de la tecnología, pero realmente, la gran obra romana no se basa en la
optimización de los recursos ni en geniales inventos, sino en una necesaria
expansión de sus fronteras y en el empleo de la mano de obra esclava. Antes de
sacar mayor provecho a las tierras, se conquistarán nuevos graneros.
Lo
que Roma aporta a la Ciencia es mínimo en comparación con la transcendencia de
su Imperio, es un hecho el que inquietantemente subsistiese con su inoperativo
sistema numérico.
“La
era de la oscuridad”; si lo fue desde el punto de vista cultural, no ocurrió ni
mucho menos lo mismo en el campo de la tecnología gracias a la desaparición de
la esclavitud, la dispersión de la población y puede que también por, de alguna
manera, un ligero resurgir de los conceptos democráticos propiciado por la
unificación cultural del continente bajo el Cristianismo.
En
la Edad Media se desarrollan los arados, los telares, la tectónica, la construcción…
y se produce el gran invento de la Imprenta que abrirá la puerta del
Renacimiento, todo ello gracias a la necesidad de optimizar los escasos recursos
humanos.
Sin
embargo, es cierto, que en otros campos de la Ciencia, el Arte y la Cultura, el
espíritu se mantiene tan dormido como lo dejasen las ideas de Platón. El poder,
y por lo tanto la educación y la capacidad de desarrollo, se mantienen
concentradas en unos pocos que se apoyan en las supersticiones o en la religión
y el ocultismo respondiendo a su necesidad de preservar la percepción de la
divina inspiración y magnificencia de los poderes. La Escolástica puede
resultar aún más cómica que las teorías de los Presocráticos.
Con
el Renacimiento, el ser humano recupera el centro de la vida, se vuelve a
confiar en su percepción de los sentidos y se retoma el interés por la
Naturaleza. La disputa entre Galileo y la Iglesia es más que simbólica, con
ella se retoma el espíritu jónico, se comienza a perder el respeto por las
verdades reveladas o absolutas.
La
Imprenta y las traducciones de los textos a las lenguas romances facilitan la
divulgación de las ideas, se recuperan los escritos de los presocráticos, la
educación y el conocimiento pasan de una élite, no al pueblo, pero sí a unos
gremios que trabajarán para ella.
Se
puede considerar la Época Moderna como
la era dorada de la Ciencia, con la llegada de las primeras democracias contemporáneas,
la Revolución Industrial, el nuevo poder económico de la burguesía y la incipiente
globalización debida al desarrollo del transporte, las ideas viajan y se hacen
accesibles junto con el comercio. Surgen científicos en todas partes del Globo,
cualquiera con cierta inquietud puede convertirse en un explorador o investigador,
los medios están al alcance de la gente y la Ciencia vuelve a difundirse de
forma natural entre el público receptivo.
Es
el punto en el que se sientan las bases de muchas disciplinas como la física o
la química, y con los grandes viajes de la geografía, geología, arqueología,
etc. Se reedita la disputa con la Iglesia, especialmente por culpa de Darwin,
pero ya no es tan virulenta y empiezan a ser campos compatibles e incluso
complementarios.
Ninguna
otra época ha aportado tantos nombres ilustres al firmamento de la Ciencia.
La
Ciencia contemporánea se vuelve a alejar del público, ahora se requiere una
costosa formación específica y grandes inversiones. Pocas personas pueden
explicar la Teoría de la Relatividad, qué es el Bosón de Higgs o cómo funciona un
mero teléfono digita. Ahora resulta muy complicado que uno cualquiera disponga
de los medios a su alcance como en el pasado, nadie se plantea la idea de montar
un acelerador de partículas en su jardín trasero o un laboratorio nuclear en la
cochera.
Se
ha vuelto a entrar en el campo de la teoría y la abstracción, pero esta vez no
es debido al fomento del oscurantismo o a la protección de una casta, sino al espectacular
avance de la Ciencia. Como reacción a este hecho surge la divulgación científica que responde a la natural necesidad de
conocer y entender del Hombre. (Por supuesto también responde a necesidad de
financiación de los proyectos científicos que se facilita si la investigación
resulta atractiva y vende.)
Y
gracias a esta divulgación científica,
hasta un muy osado arquitecto puede imprudentemente escribir una muy breve historia de la Ciencia.
Don
Curro.
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