Puede que el rostro humano sea de
los primeros conceptos que asimilamos en nuestra vida, sin siquiera saber su
nombre empezamos a distinguir un conjunto de cosas: ojos, nariz, boca, gafas…
que componen una sencilla unidad; es de los primeros bosques que no nos dejan
ver el árbol pero sin los cuales no entenderíamos nada.
Quizá por eso veamos abstracciones
de caras por todas partes: en las manchas de las piedras, en los frentes de los
coches, en las nubes… y en edificios que adquieren rasgos antropomórficos. Uno
de los mejores rostros de Madrid es este vociferante general con sombrero que
hoy nos guiña un ojo:
No se encuentran tantas caras por
Madrid, puede que por la mala prensa del parteluz gótico o por la rigidez vertical
de las composiciones de sus fachadas, así que resulta simpático encontrar a
estos uniformados y somnolientos gemelos:
O en hambriento ogro que sale de la
tierra, pero que por la noche se puede convertir en un sonriente payaso.
Pero es inevitable recordar la casa
del tío de Jacques Tati, la estúpida
y divertida escena en la que se asoman a los ojos de buey buscando al intruso...
Don Curro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario