10 de abril de 2012

EL "CLÁSICO" BALAUSTRE CASTELLANO

El esperpento del balaustre doméstico, tan alejado del contenido espíritu castellano. No deja de sorprender la utilización de ese esmirriado balaustre, con más connotaciones playeras que palaciega, como símbolo de poder y elegancia a donde quiera que se vaya por las tan costeras castillas. ¿Realmente gusta? No puede ser cierto.

Pero como lo políticamente correcto demanda que no se hable de gustos independientemente de que sí exista el mal gusto, cambio de tercio y trato de una tipología de viviendas que se da en los pueblos castellanos. Varias constantes incomprensibles las caracterizan:

1.       Se adosan a la calle o travesía independientemente del parcelón que se disponga en medio de la planicie o de la orientación en un clima tan extremo que puede amanecer bajo cero y subir por encima de los veinte grados en pocas horas. Si están en la acera norte el salón dará al norte y si están en la acera sur el salón dará al sur.
2.       Se accede a su interior subiendo una escalera visible desde la calle lo que implica que la planta baja esté elevada y por detrás no tenga una relación fluida con el enorme jardín posterior. Puede ser por miedo a las humedades, pero también sirve de perfecta escusa para plantar los primeros balaustres de escala doméstica.
3.       La entrada dispone de un pequeño porche, a continuación de la escalera antes mencionada, puede que sacado de las películas americanas, pero jamás veremos a un castellano meciéndose en una hamaca mientras saluda al vecindario.
4.       Disponen de una bodega enterrada, sí, en mitad del páramo, donde se hace la vida ya que el salón con vistas elevadas sobre el prado curiosamente no se utiliza, sólo se enseña. (Sobre el contenido de las estanterías se podría hablar mucho…)
5.       Los edificios componen un enorme volumen con ventanas muy pequeñas. E incluso la planta primera incomprensiblemente sobresale con algún voluminoso vuelo para ganar superficie al campo.
6.       La escalera interior es estrecha, tiene los peldaños compensados y se reduce su ancho aun más en ese punto a pesar de que las estancias colindantes están sobradas de espacio.

Afortunadamente, las cosas están cambiando y poco a poco se va viendo que sus austeras construcciones clásicas con pobres pero elegantes revocos, cerrajería fina tipo forja y ladrillo visto del lugar resultan mucho más agradables; se está perdiendo el feísmo castellano.

Don Curro.

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