15 de marzo de 2012

ARQUITECTURA Y SUCIE... SOCIEDAD


Se entiende que la Arquitectura, con A mayúscula, es aquella que traspasa sus límites naturales influyendo positivamente en la sociedad para avanzar hacia “un mundo mejor”. Sin embargo, también puede ocurrir que los avances de la sociedad obliguen a la arquitectura, con a minúscula por en este caso ir a rebufo, a adaptarse a las nuevas necesidades.

Sin duda, el mejor ejemplo al respecto que podemos encontrar es la evolución de la tipología de los “clubs” de carretera. ¡Cómo!, ¡que han cambiado!, ¿y en qué han cambiado y por qué si albergan ese negocio tan antiguo como estable?

Bien, analicemos la estructura de un “club” hasta la fecha, es muy sencilla y funcional: un gran aparcamiento situado entre la carretera y el edificio y el propio “club” que generalmente dispone de un “bar” en la planta baja y unas habitaciones con su mínima dotación sanitaria arriba.

El modo de empelo de esta tipología se basa en la práctica tan española de “el qué dirán”, pero mostrando orgullo: durante el horario de trabajo, que es la hora punta de estos centros de ocio, pues por la noche se suele volver dócilmente al redil con la respectiva, uno accede al complejo dejando su vehículo propio (su automóvil que dirían esos humoristas) en el aparcamiento, perfectamente visible desde la carretera, si es invierno y ya ha anochecido, el “club” atentamente dispone de unos buenos focos para iluminar correctamente los utilitarios. Seguidamente, uno entra en el “bar” pensando en la envidia que está dando a sus conocidos y suponiendo que admiran la capacidad de su cartera o de su energía vital. Por lo general, luego tan solo permanece en el “bar” tomando unas copas algo más caras que las del bar común, ya que por lo habitual no dispone de esa capacidad tanto en la cartera como en el espíritu, y son las menos, las veces que se asciende. Así que, patéticamente, allí se pasa las tardes desplegando su agudeza y su gracia para cortejar a unas “damas” semidesnudas que precisamente no se adquieren por esa vía sino por otra mucho más efectiva y regulada.

Creo que ha quedado claro que este modelo de “club” no es acorde con el acceso de la mujer al carné de conducir y a su utilitario propio. Por lo tanto, la arquitectura en este particular caso se ha tenido que amoldar a la emancipación de la mujer con diversos recursos: trasladar el aparcamiento a la zona de atrás del edificio, disponer de un sombrajo para proteger al coche del cliente del cielo de su mujer o desarrollar unas nuevas tipologías de “club”, una muy similar al motel americano: con una cochera en la planta baja y la habitación encima con acceso directo e independiente; y otra curiosa como el famosos hangar de la A-II. Estás últimas fórmulas reducen mucho la vida social que se produce en el “bar”, pero a cambio, responde a otro avance social relativo a la emancipación de la mujer, y es que ésta, ya no sólo se la pega en el domicilio...

Don Curro.

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