3 de mayo de 2012

LA FILARMÓNICA DE BERLÍN


Del arquitecto Hans Scharoun.

La arquitectura siempre se intenta explicar aparentando una completa objetividad en la crítica… pero rara vez se admite que el edificio es simplemente bonito, incluso precioso o magnífico, porque con la arquitectura, da miedo hablar de gustos.

Los edificios de Scharoun además de ser insuperables en su funcionalidad, innovación, integración y todo lo que se quiera, son realmente bonitos. Y uno de los mejores ejemplos es la Filarmonía de Berlín, cuya imagen sobrevive al revestimiento de su fachada con extrañas planchas doradas.

La Filarmonía, junto a la también maravillosa Biblioteca Nacional del mismo autor, la Galería Nacional (de Mies van der Rohe) y otros edificios institucionales situados al borde de la tierra de nadie, al sur de la Puerta de Brandenburgo (actual interesantísimo desarrollo de Potsdamer Platz), formaban un conjunto que no era más que el lujoso escaparate de occidente ante la mirada triste del Berlín oriental. Este hecho es fundamental para entender una de las dos características de las dos obras de Scharoun: las amplias zonas comunes y escaleras de distribución. (La evacuación se debía garantizar en seis minutos, que es lo que estimaban que tardaba un tanque ruso en cruzar esa tierra de nadie; al menos, que los ciudadanos estuviesen en la calle.)

La otra característica esencial que condiciona el edificio de la Filarmónica es el descubrimiento de que el espectador, no oye la música que sale directa desde la orquesta, sino que percibe la que rebota en el techo o en las paredes. Por lo tanto, para conseguir una caja sonora sin ecos, sin reverberación, que todo el sonido se reciba a la vez por todo el auditorio en un espacio grande, Scharoun propone que la distancia de cada espectador al techo mas la distancia de ese punto del techo al centro de la orquesta en el trazado más corto, sea la misma para todas las butacas de la sala; además de otras medidas para que ahí termine el recorrido del sonido como que una butaca sin ocupar absorba tantas vibraciones sonoras como una persona sentada, como que no debe haber paredes ortogonales evitando reverberaciones, o petos de las gradas rectos.

 
De los dos anteriores condicionantes, nace la curiosa forma del edificio que bien parece dos platillos volantes (la sala principal y la de cámara) sujetos por unas patas que no son otra cosa que las escaleras más amplias y cómodas del mundo (es una pena subir al gallinero por el ascensor, las vistas y los espacios del foyer son magníficos).

Recomendable para todo aquel arquitecto, o no, que visite Berlín, siempre hay entradas, no son caras y es la sede de la Deutsche Grammophon; he tenido la suerte de asistir a El Mesías y a un popurrí de Mahler.

Don Curro.

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