La gran mayoría de los edificios antiguos de Madrid se sostienen sobre
muros de fábrica de ladrillo macizo armados con un entramado de madera compuesto
de pies derechos cada par de metros o menos, carreras o durmientes sobre
capiteles que no son más que el durmiente duplicado en un tramo y a veces
atados intermedios horizontales y cruces
de san Andrés.
Esta madera, situada sin ventilar dentro de los muros, es la que más sufre
frente a las agresiones de la humedad o de los xilófagos. El ladrillo
prácticamente no se deteriora y es difícil encontrarlo en mal estado y el
mortero utilizado en la fábrica tan sólo se encuentra disgregado en algunas
zonas afectadas por la humedad mientras que los elementos de madera suelen
aparecer en muy mal estado ya sea por pudrición o porque han sido literalmente
digeridos.
Un ejemplo de un pie derecho y una carrera embebidos
en un muro de una cocina y que se han podrido completamente por la humedad.
Podemos entender que las maderas se utilizasen como viguetas para montar
los forjados por ser el material más adecuado entonces, pero hoy en día, vistos
los problemas que genera su utilización, es difícil de entender que se recurriese
a este caro elemento dentro de los muros. Por otro lado, es curioso que las
fachadas principales de los edificios suelan ser enteramente de fábrica de
ladrillo sin el entramado de madera y por lo tanto, son los muros mejor
conservados del edificio a pesar de disponer al menos de un par de bajantes
encastradas que han ido perdiendo agua durante años.
Las ventajas que pueda aportar un entramado de madera al comportamiento
estructural del edificio frente a los muros compuestos sólo de fábrica de ladrillo
no parecen ser significativas: resuelve la transmisión de cargas de los
forjados a los muros, bueno, pero con el durmiente sería suficiente sobrando todo
el resto de los elementos; los pies derechos hacen que los durmientes no
interrumpan la continuidad del muro si este ya no es muy grueso, cierto, pero
entonces sobran en los muros perpendiculares en los que no se apoyan los
forjados; otorga más elasticidad al muro, vale, pero Brunelleschi ya nos
demostró en su colosal cúpula que el ladrillo puede trabajar a tracción gracias
a sus juntas y las trabas, precisamente por eso todos los castillos militares construidos
tras la invención de la pólvora se levantan con ladrillo por ser sus muros más
elásticos que los tradicionales de piedra.
El resultado hoy en día, es que gran parte de las operaciones de rehabilitación
de un edificio consisten en sustituir los elementos dañados de madera y muy
pocas en reconstruir los muros de ladrillo.
Don Curro.
Rehabilitar Madrid VI.
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